Así, quizás el primer camino para hacernos con una voluntad de hierro es no abusar de ella. No estar todo el día o todos los días cargando peso, sino intentar que la mayor parte de nuestras actividades vayan a favor de la gravedad. Eso también es inteligencia.
La voluntad y la costumbre
Además, la voluntad se vuelve menos necesaria cuando creamos una inercia. Por inercia se entiende en física al movimiento que tiene un objeto cuando la resultante de fuerzas sobre él es cero. Imaginemos una canica que rueda por una superficie sin rozamiento: en esta superficie no se pararía nunca o nos costaría más detenerla.Pues bien, esta inercia en las personas tiene que ver con la costumbre. Por ejemplo, una que tenemos todos, la de levantarnos. Si adoptamos una hora constante para abandonar nuestro refugio entre las sábanas, al final la voluntad que tendremos que hacer para levantarnos será menor. De alguna manera se trata de domar o de adaptar nuestra conducta, con una disciplina, para que el resultado final vaya dependiendo cada vez menos de la voluntad y más de una inercia que perpetúa un movimiento a nuestro favor.
La motivación, el alma de la voluntad
Por otro lado, si hay una ayuda que agradece la voluntad es la de la motivación. Esto, por ejemplo, lo entienden muy mal en las bibliotecas. Lo más habitual es que si te retrasas en el préstamo tengas que guardar ciertos días de sanción. Es decir, si te has retrasado, el día que vayas a devolver los libros no podrás volver a sacar otros. Esta sanción, una vez que ha caducado el préstamo, actúa en contra de que el usuario vaya lo antes posible a la biblioteca ya que elimina su principal motivación para acudir, la de sacar libros inmediatamente.Sí, inmediatamente, porque el coste de no poder sacarlos en dos días, en tres o en cuatro es percibido por el usuario como mucho menor que el coste de ir a al biblioteca y no poder sacar otros libros inmediatamente. Así, hay usuarios que pasado el día de devolución desplazan la tarea de realizar dicha devolución a cuando la biblioteca les pille de camino a algún otro sitio, en vez de acudir específicamente.
Voluntad, autoeficacia y definición de objetivos
La fuerza que tengamos que hacer con nuestra voluntad también va a depender de cómo definamos nuestros objetivos.
Objetivos precisos, divisibles, evaluables, bien delimitados, sobre los
que tengamos casi todo el control y estables van a ser una ayuda para
nuestra voluntad. En este sentido, la incertidumbre será uno de los
factores que más puede forzar nuestra voluntad, ya que elimina parte de
la superficie en la que esta se apoya.
La voluntad también es sensible a la autoeficacia.
La autoeficacia tiene que ver con la sensación o la intuición de que
vamos a ser eficaces realizando una tarea. Por ejemplo, tengo un amigo
que es atleta y me contaba hace poco que lleva una época en la que no
hace más que encadenar lesiones y en los últimos dos meses ha tenido que
cancelar varios entrenamientos por estas circunstancias.
Me contaba que antes hacer los entrenamientos más fuertes le costaba, pero que ahora mentalmente le cuestan mucho más. Piensa que no va a ser capaz de terminarlos y en última instancia ya ha cancelado algunos antes de empezarlos.En el caso de mi amigo, es la falta de autoeficacia percibida la que ha subido el listón para su voluntad. La anticipación de tener que levantarse pronto, desplazarse hasta el lugar de entrenamiento, calentar, empezar, tener que suspender el entrenamiento y volver para casa con esa sensación ha sido lo que ha subido la exigencia para su voluntad.
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